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Rompiendo cadenas, un acorde a la vez...

¿Quién diría que lo que empezó como una idea loca en la cabeza de una contadora aburrida (sí, hablo de mí) ahora se está convirtiendo en Gatas Callejeras? Y sí, antes de que alguien lo diga, lo sé, nuestros primeros dos conciertos fueron una patada en los dientes... pero ¿saben qué? Así empieza todo lo bueno, con sudor, caos y alguna que otra cuerda rota. Esos shows no fueron gloriosos, pero al menos no terminamos quemando el escenario... bueno, no del todo.

¿Qué pasó después? Un par de chicas decidieron unirse a la locura: Andrea Blanco con su bajo, esa bestia que ruge con cada nota, y Antonella Rosas con la batería, golpeando con toda la rabia que la vida le ha dado. A mí me tocó quedarme con la guitarra y la voz, porque si algo nos faltaba era una líder con más ganas de gritar. Y sí, ese grito va por todas aquellas que alguna vez se tragaron su rabia.

Con los ahorros de mi aburrido y estresante trabajo de contadora (aquí la ironía, por si no la notaron), finalmente conseguimos instrumentos decentes y ahora, con un par de dedos sangrando y muchas noches sin dormir, estamos listas para lo siguiente. Ya no somos esas chicas que improvisan con instrumentos prestados y cuerdas flojas. Ahora tenemos lo que necesitamos para dar pelea.

¿Qué viene después? Nos largamos a London, baby. Sí, así como lo oyen. A tocar en la ciudad donde el punk se forjó en los sótanos sucios y llenos de humo. Vamos a aprender de los que inventaron este ruido que llamamos música. No sé si vamos a reventar el lugar, pero una cosa está clara: nadie nos va a callar. Esto es solo el comienzo.

A los que dudaron de Gatas Callejeras, les digo: agárrense, porque no vamos a pedir disculpas.

Nieves Borges
Líder de la revolución y de Gatas Callejeras

P.D. Si nos ven en London, no se acerquen con flores. Prefiero la distorsión.