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Sí era caprichosa. Jamás lo negué. Pero él no era uno, estaba muy lejos de ser un capricho más. Aún lo estaba averiguando. No sé que fue. Ni como hizo que me entregase a su encanto. Podría haber sido su forma seductora en decir las cosas, o la suavidad de sus caricias sobre mi piel, o su mano entre mi cabello, o la manera en que inspira el olor a manzanilla que despide mi cabello o que le salga tan natural ser un caballero o que no deja pasar ni un día sin que una flor llegue a mi puerta. Podrían ser muchas cosas...por ejemplo todo lo que nos dijimos la última vez que nuestros labios estuvieron tan cerca. La primera vez que no sentí miedo a desnudar mi alma, ni mi corazón. La única vez que alguien me impacto tanto que tuve que confesarle lo que provocaba en mí. No era nada pasajero, jamás lo será, este sentimiento que fuertemente crecía, minuto a minuto, por él.

Tú y yo, los demás no importan. Nos tenemos.