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Preguntas y Columpios; Respuestas y Papitas

Bruna volvía de su viaje por la ruta en las afueras de Río de Janeiro... hasta que dejó de volver. Su camioneta hizo dos ruidos fuertes continuados y el motor se apagó, provocando que el vehículo deje a Bruna en el medio de la nada, aún demasiado lejos de la ciudad. Ella salió a tomar aire mientras aplicaba su infalible método de reparación del coche: esperar a que mágicamente vuelva a funcionar.

Varios metros más adelante, un enorme y viejo árbol de apariencia reseca se inclinaba hacia un lado, habiéndole regalado así a la gente la oportunidad de colocar un columpio. Parecía un buen sitio donde esperar. Bruna se sentó allí, meciéndose suavemente con las piernas.

-¿He aprendido algo de este viaje? Además de que debo comprarme un coche mejor...

Reflexionando un poco, Bruna creyó que lo mejor era recordar qué buscaba: saber cuándo amamos de verdad y cómo se siente el amor. ¿Sabía ella cuándo alguien ama a otra persona? Se le vinieron a la mente los ancianitos de aquél precioso poblado. Juntos desde siempre, unidos hace poco, encontrados tras décadas de separación. Aún cuando el ardor juvenil ya no estaba, cuando los bríos de la pasión y la exhuberancia de la belleza en flor dieron paso a la edad, ellos se amaban. Sonreían. Se besaban.

-Creo que uno ama cuando las circunstancias son irrelevantes. Cuando ningún condicionamiento material importa con tal de poder estar cerca de esa otra persona. El amor es una eterna brasa que ve más allá de los ojos.

¿Pero cómo se siente el amor? Bruna se columpiaba como una niña pequeña. El columpio... va y viene, como el pasado, el presente y el futuro a veces se fusionan para traer cosas nuevas con aromas familiares. El móvil de Bruna sonó. Era una videollamada. La niña sonrió. Ya tenía la respuesta que buscaba.

Esa noche la camioneta no arrancó, pero Bruna encontró una bolsa de papas fritas sin abrir. Todo estaba perfecto.